La Iglesia propone la vida de los santos no solo para venerar y recordar con admiración, sino como testigos de la fe, hombres y mujeres dignos de seguir por su fidelidad y por ser garantes de la acción de Dios en la tierra.

Consagrarse a San José debe ser entonces una oportunidad, para contemplar las virtudes que con tanta perfección practicó, y desde cualquier estilo de vida pedir la gracia y esforzarnos para practicar con esmero.

Al contemplar la vida de San José, llamado con toda razón “Varón Justo”, nos vemos lejos de practicar sus virtudes. El tuvo que enfrentar situaciones muy difíciles desde el primer momento, por no comprender como María su esposa, esperaba un hijo que no era de él.

Su actitud respetuosa, sin juicios ni comentarios, lo llevó a retirarse en silencio dejando todo en manos de Dios, en cuya palabra firmemente confiaba.

Enterado en sueños de que Dios se había encarnado en María, en obediencia pronta, empieza su misión de esposo y padre, con Amor, responsabilidad, decisión y alegría.

Dios le concedió la fortaleza y la paciencia para enfrentar las vicisitudes con los enemigos de Jesús que lo perseguían para darle muerte.

Con humildad y perfección realiza su trabajo de carpintero, tratando de cumplir por amor la voluntad de Dios y a la vez, responder y satisfacer los requerimientos de sus clientes.

Además, la conformación de la familia de Nazareth se hace sencilla, humilde y ejemplar, pues San José como cabeza, es un jefe justo; por su sola presencia genera orden, ternura, alegría, acogida seguridad, paz y comunión de Amor con su esposa y su hijo.

El Papa Pablo VI en su alocución sobre la Sagrada Familia, nos dice que Nazarteh es una “escuela donde aprendemos todas las virtudes cristianas” posibles de acoger, practicar y enseñar

Siempre que contemplamos la familia de Nazarteh, vemos que hay muchas actitudes que nos urge renovar y virtudes que practicar en nuestros hogares y en nuestra vida personal.

Por: Hermanas Contemplativas – Casa María Droste, Rionegro-Antioquia.